Si eres una persona que generalmente se siente mal consigo misma, puede ser difícil disfrutar plenamente de la vida. Incluso en los momentos más positivos, todavía tienes una sensación subyacente de ser menos que otras personas. Es como un ancla invisible que te pesa. Aunque no sepas exactamente lo que está mal, sabes que eres inadecuada. Al menos esto es lo que te dices a ti misma. De lo que no te das cuenta (y de lo que sientes que nunca podría ser verdad) es que tu yo profundo y auténtico (no sólo la fachada que muestras a los demás) es digno y adorable. (Aunque pienses que esto es una tontería, hazte un favor y no dejes de leer ahora).
A pesar de cómo te sientas, no necesitas ser perfecta para tener valor. De hecho, nadie -y quiero decir nadie- es perfecto. Sin embargo, cuando te sientes rota por dentro, puede ser increíblemente difícil comprender que tienes valor. En el libro «Rebotando del Rechazo» la autora y psicóloga Leslie Becker-Phelps, lo explico con esta analogía:
El Kintsugi es el arte japonés de unir los fragmentos rotos de una pieza de cerámica. Si bien el objeto reparado puede ser atractivo a la vista, la verdadera belleza está en cómo la gente se relacionan con él. La belleza está en valorar la vida de la cerámica, lo que incluye el daño que ocurre con el tiempo.
Del mismo modo, para valorarse de verdad, es esencial valorar el viaje de la vida. Las madres hacen esto cuando sonríen mientras miran una estría que se ganaron durante el embarazo de su hijo. Las que han sufrido abusos en la infancia lo hacen cuando aprecian que su sensibilidad al dolor de los demás proviene del dolor que han soportado. Es importante señalar que apreciar la ruptura o la imperfección como parte de la historia de tu vida no significa que «deberías» estar feliz por el dolor que has soportado. Pero puedes apreciar tu fuerza para superar tus luchas, encontrar valor en las lecciones que has aprendido de ellas, y estar agradecido por la resistencia que has construido.
Para relacionarte contigo misma de esta manera, primero debes abrirte a la idea de verte con aceptación y compasión. Una vez que tengas en cuenta la posibilidad de que no seas un fracaso como persona, puedes comenzar a buscar señales de que eres digna y adorable.
Hay muchas maneras de fortalecer tu sentido de que tener valor es inherente al ser humano. Toma nota conscientemente de tus virtudes. Practica viendo tus defectos o errores como parte del ser humano que eres. Esfuérzate en construir relaciones con personas que te valoren por lo que eres – y esfuérzate en asimilar las formas positivas que sienten hacia ti.
Nada de esto es fácil. Te pondrá en conflicto directo con tus demonios internos. Pero sigue con ello. Continúa construyendo una autoconciencia compasiva y absorbe el amor y el cuidado que te muestran los demás. Al final, te darás cuenta de que no eres tan defectuosa como crees. Y descubrirás una verdad sanadora: eres inherentemente digna y adorable tal como eres.