Cada vez son más las personas que informan de que los síntomas persisten después de haber superado su ataque inicial con COVID-19.
El término «COVID de larga duración» se refiere a una afección en la que una persona no se siente totalmente recuperada de su enfermedad, incluso meses después, una vez resuelta la infección.
Los primeros informes indican que una de las consecuencias de las infecciones por COVID-19, incluso las más leves, puede ser el dolor persistente, que incluye dolor en las articulaciones o en los músculos, dolores de cabeza y dolor en el pecho.
Dado que se trata de un cuadro clínico relativamente nuevo y en evolución, aún queda mucho por aprender sobre cómo puede causar dolor el COVID-19, cuánto puede durar el dolor y cuál es la mejor manera de tratarlo.
Incluso mientras la investigación continúa, todavía tenemos que encontrar formas más inmediatas de ayudar a quienes luchan por recuperarse para que puedan seguir adelante con sus vidas.
Parte del dolor relacionado con la COVID-19 está relacionado con la hospitalización y el tratamiento, y son tipos de dolor con los que estamos algo familiarizados.
Sabemos por experiencia que salir de una unidad de cuidados intensivos se asocia a menudo con problemas de dolor persistentes, así como con déficits cognitivos, malestar psicológico y dificultades para recuperar la función física en las actividades diarias.
Y sabemos que los pacientes que pasan un periodo prolongado de tiempo inmovilizados o con un respirador artificial son propensos a desarrollar atrofia muscular, debilidad y problemas neurológicos, todo lo cual puede dar lugar a problemas de dolor persistente.
Estudios anteriores han demostrado que los cambios nerviosos pueden persistir durante años después de una estancia en la UCI. Algunos de los medicamentos utilizados para tratar a los enfermos críticos COVID-19 pueden agravar aún más algunos de estos problemas.
Como la COVID era desconocida hasta hace poco, todavía estamos aprendiendo cómo y por qué produce dolor en el cuerpo. Sabemos que la COVID-19 puede afectar directamente al sistema nervioso, a veces de forma profunda, lo que puede contribuir a prolongar los síntomas de dolor.
Tanto el tejido nervioso como el muscular contienen los receptores de la proteína de la espiga del coronavirus, lo que permite que el virus invada y dañe su actividad normal.
El COVID-19 parece tener el potencial de causar dolor de varias maneras, incluyendo el daño a los nervios periféricos que causan síntomas similares a los de la neuropatía, al afectar a las vías del dolor dentro del cerebro y al debilitar o interrumpir la actividad del sistema musculoesquelético.
Los síntomas psicológicos asociados al COVID de larga duración también desempeñan un papel. Es frecuente que se reporten signos de depresión y ansiedad, junto con insomnio y dificultades cognitivas.
Esto puede crear un círculo vicioso en el que los problemas de estado de ánimo hacen que el dolor sea más difícil de controlar, lo que a su vez conduce a una angustia emocional aún mayor.
También hay que tener en cuenta el trastorno de estrés postraumático (TEPT) cuando los pacientes con COVID siguen luchando por su recuperación. El trauma asociado a la experiencia psicosocial de padecer COVID, así como la experiencia de estar hospitalizado o conectado a un respirador, puede contribuir a la aparición de síntomas activos de TEPT.
Si el dolor te frena después de tener COVID-19, asegúrate de comentárselo a tu médico y pedirle que te oriente sobre cómo puedes controlar mejor cómo te sientes mientras sigues trabajando para recuperar tu fuerza y bienestar emocional.
Hazle saber a tu médico en qué aspectos necesitas más ayuda para volver a tu rutina normal, como volver al trabajo, hacer las tareas de casa o volver a hacer ejercicio.
Aquí tienes algunas cosas que debes tener en cuenta:
- Se paciente con tu cuerpo. La recuperación y rehabilitación de los músculos desacondicionados y doloridos puede llevar tiempo, así que espera que la mejora se produzca de forma lenta y gradual.
- Busca la ayuda de especialistas. Puedes beneficiarte de la ayuda de personas con experiencia en la rehabilitación de enfermedades crónicas, como fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales.
- Busca apoyo emocional. Éste puede provenir de muchos lugares, como trabajadores de salud mental, instituciones religiosas y comunitarias, recursos de salud pública y, por supuesto, de la empatía de familiares, amigos y compañeros de trabajo.
- Considera los tratamientos complementarios y alternativos. Integrar la atención médica habitual con tratamientos complementarios como la acupuntura y los masajes puede ser útil cuando se considera seguro.
- Debes estar abierto a la telesalud. Encontrar ayuda mientras la pandemia todavía hace estragos añade retos adicionales y puede limitar el acceso, lo que podría significar buscar recursos importantes a través de la telesalud u otros servicios virtuales.
A medida que la investigación sobre el COVID continúe, obtendremos una mejor comprensión de las mejores formas de tratar las diferentes complejidades y variaciones de los problemas de dolor.
Mientras tanto, si experimentas un dolor relacionado con la COVID, lo mejor que puedes hacer es buscar el apoyo que necesitas e intentar ser paciente con tu cuerpo mientras se cura.